En general se ha dado siempre una gran importancia simbólica a los
animales alados, y de acuerdo con su morfología. La paloma
particularmente, se la considera símbolo de paz, pureza y espiritualidad y
contrapuestos a los atributos del águila y del halcón. Ella nos ofrece dos
facetas diferentes.
En la época Minoica, en la civilización prehelénica de Creta, la habían
asociado con el amor carnal, y en Grecia, a la diosa Afrodita (Venus para
los romanos), aún hoy en día conservamos expresiones como “palomita
mía”.
En el Antiguo Testamento, Noé, al terminar el diluvio envió tres palomas y
una de ellas volvió con una rama de olivo en el pico. Desde entonces es
signo de paz y reconciliación con Dios (recordemos que el diluvio, fue
enviado por Dios para castigar a la humanidad). La iconografía cristiana la
espiritualiza al máximo, representando la tercera persona de la Trinidad,
el Espíritu Santo.
En la Biblia encontramos referencia a la paloma descendente como
Espíritu de Dios, en el bautismo de Jesucristo, San Marcos 1:10 (en el
momento de salir del agua, se entreabrió el cielo y el Espíritu de Dios en
forma de paloma descendió sobre Él). En la ilustración vemos a la paloma
en sentido descendente representando el Espíritu de Dios que penetra en
el hombre.
La paloma ascendente representa la inmortalidad del alma. Tenemos
referencia en el relato del martirio de San Policarpo en que una paloma
salió del cuerpo del mártir en el momento de su muerte. La paloma
ascendente se utiliza también como emblema de la resurrección,
simbolizando el alma del justo que se eleva hacia Dios, buscando así la
unidad con la conciencia Divina.
LA PALOMA